Un día acudes a presenciar un partido de fútbol base. Tus primas juegan en el equipo del pueblo y nunca has ido a ver un encuentro, así que la idea te parece atractiva para pasar un buen rato en familia y ver cómo se divierten las pequeñas. Sin embargo, lejos de poder disfrutar de la inocencia de niñas de apenas diez años que, ajenas a cualquier problema, se reúnen con sus compañeras para entretenerse y practicar deporte, enseguida palpas en la grada la tensión propia de un evento de élite. Un grupo de padres, a años luz de honrar un cargo tan trascendente en la vida, comienza a increpar al árbitro y a cuestionar permanentemente su labor. Para más inri, el entrenador del equipo secunda todas estas críticas y realiza numerosos aspavientos desde su posición. La gota que colma el vaso llega cuando este individuo, después de protestar airadamente a su homólogo en el banquillo contrario con gritos e improperios, le asesta un puñetazo a una lona que separa las canchas del pabellón. Atónito ante semejante esperpento, decides marcharte. Ya has visto suficiente.
Este supuesto resultaría perfectamente verosímil dada la ola de noticias que han seguido esta tendencia en los últimos tiempos. Constantes trifulcas entre padres en campos de fútbol de toda España que acuden a ver jugar a sus hijos y pagan sus frustraciones con el árbitro, el entrenador o los propios niños. Julia del Mar, experta en fútbol base del diario MARCA, asegura que este asunto “no es un hecho aislado”. Para la periodista, buena parte del problema radica en los progenitores: “Muchos niños dejan el fútbol entre los doce y los quince años y luego vuelven a jugar a los veintidós o veintitrés para disfrutar con sus amigos. La culpa, en la mayoría de los casos, es de sus padres”. Pero va más allá: “Fundamentalmente, es un problema de educación.Lo más importante es que los niños sean felices; no son futbolistas”, sentencia de forma tajante.
Siguiendo el planteamiento anterior, la psicóloga deportiva Marta Ganchegui identifica la raíz del conflicto: “Lo primero que habría que preguntarse es qué le ocurre a gente adulta para comportarse así a ojos de los niños”. Esta proyección puede tener un efecto devastador en sus hijos: “La clave del buen desarrollo, sobre todo a nivel afectivo y emocional, está en el ejemplo que nos transmiten las personas que tenemos como referencia. No puede ser que lo que es un juego para ellos, se convierta en algo competitivo y agresivo. La sociedad está cada vez más irascible, y convendría tener claro que lo que los niños ven de sus padres es lo que aprenden y adoptan”, concluye.
En este sentido, María Fernández López, psicóloga infantil, refrenda lo que declara su homónima: “Los padres son los modelos de referencia de sus hijos, y estos tienen que sentirse orgullosos de que vayan a verlos y les apoyen. En ningún momento pueden sentirse avergonzados ni perjudicados, porque es muy negativo”. Siempre, según ella, “tratando de conseguir que cada niño juegue cómodo y poniendo lo mejor de su parte cada día, tanto en partidos como en entrenamientos. Además, este valor puede ampliarse a todos los ámbitos de la vida, aprovechando la capacidad de aprendizaje a través de algo que les gusta”.
Para combatir una cuestión que, por desgracia, se encuentra tan extendida a día de hoy, los clubes y las instituciones deportivas ya están poniendo en marcha iniciativas. Sergio Pachón, coordinador de las categorías inferiores del Getafe, es parte activa de la lucha contra esta lacra: “Nuestra filosofía con la escuela de padres que hemos formado junto al psicólogo del club, José Antonio Luengo, es la de intentar hacer jornadas en las que tratamos de hacerles ver todo lo bueno y lo malo que pueden hacer por sus hijos. En cada partido confunden a los niños, ya que estar pendientes de lo que dicen los padres y estar de alguna forma ‘coaccionados’, no les hace ningún favor. Haciendo caso a su entrenador aprenden y se divierten mucho más”, explica el exfutbolista. “Queremos hacer entender a los padres que a los partidos tienen que ir a animar y apoyar a los niños. Lo único importante para ellos a estas edades es aprender y evolucionar, y creo que es un planteamiento en el que todos tenemos que vernos reflejados”.
En la misma línea se encuentra Luis Martínez Somalo, jugador del Burela Fútbol Sala y entrenador de las categorías inferiores del club lucense: “El tema de los padres es uno de los mayores problemas del fútbol base a día de hoy y, bajo mi punto de vista, les hacen un flaco favor a sus hijos al estar constantemente desde la banda diciéndoles lo que tienen que hacer, contradiciendo incluso al entrenador. A estas edades, el niño aprende por imitación”. El deportista riojano tiene un método propio para erradicar malos comportamientos: “Siempre hago una reunión con los padres a principio de temporada y lo que intento decirles es que, si vienen a los partidos a protestar o no dan un buen ejemplo a sus hijos, sintiéndolo mucho, ese niño no jugará. Puede que sea una medida drástica, pero lo que trato de hacerles ver es que su hijo tiene que venir a disfrutar y divertirse y que ellos no pueden darles un mal ejemplo”, asegura con rotundidad.
Otra parte implicada es la del estamento arbitral, que generalmente se convierte en el blanco de la ira de padres exaltados. Mar Thiaw es un oasis en medio del desierto de tensión y violencia que rodea a este ámbito. El árbitro, del Colegio Gallego, se ha hecho viral por su semblante alegre y desenfadado, pitando partidos de fútbol base e integrando a padres e hijos en un ambiente jovial a través de canciones, bailes y un arbitraje con un enfoque lectivo: “No diría tanto como educar, pero creo que sí que tenemos que aportar cada uno, porque el fútbol base es nuestro. Cada componente: equipos, directivas, padres… e incluso los niños; tenemos que hacer algo positivo para que se desarrollen”. El senegalés vive el problema desde una perspectiva doble: “Yo, además de como colegiado, también lo veo como padre de familia, y creo que lo fundamental es ayudar a los niños. Pongo un ejemplo: cuando arbitro, si pito algo y veo que el niño no lo entiende, paro el partido y se lo explico. También, cuando veo a algún padre en la grada que está muy caliente, me acerco y trato de calmarle”, cuenta con una sonrisa en la boca. A pesar de su entusiasmo, reconoce que el tema resulta preocupante: “Últimamente ha habido varios casos de agresiones, por eso llevamos un tiempo debatiendo en el Colegio de Árbitros qué podemos hacer para rebajar esa tensión. Creo que los colegiados tenemos mucho que aportar, ya que en este tipo de partidos no se debería ir a arbitrar, sino a ayudar a los niños a pasarlo bien enseñando en temas de reglamento y comportamiento”. Mar propone otro punto de vista para buscar una cordura que se antoja más que necesaria: “Los niños disfrutan, y somos los adultos quienes les transmitimos nuestras tensiones y presiones. Los padres, lo que tenemos que hacer, es considerar a todos los niños como nuestros, ya que creo que nos ayudaría a entenderles y a tomarlo con más calma”.
Paulatinamente, las medidas para borrar un aura tan oscura del fútbol base van emergiendo y tratan de arrojar luz. Ideas como la tarjeta blancadel colegiado Fidel Valle Rico,con la que expulsaba a los padres que no se comportaban, o el tercer tiempo, impulsado por la Asociación de Futbolistas Españoles y consistente en reunir tras los partidos a padres, niños y árbitros para poner un broche de oro apacible a los choques, buscan significar un punto de inflexión.Esta última propuesta va ligada al carné por puntos, con el que los niños van perdiéndolos si cometen infracciones como grabar en el vestuario o maltratar a un rival. Lo mismo si sus padres no se portan como deben. No obstante, estos proyectos no terminan de convencer a los expertos: “La tarjeta de puntos no la veo positiva porque se está castigando al niño por algo externo, y puede contribuir a que se sienta avergonzado y no quiera jugar. Por el contrario, iniciativas como la tarjeta blanca me parecen una gran idea, siempre y cuando el padre haga caso”, expone la psicóloga infantil María Fernández López.
“Lo más importante que los padres deberían hacer es transmitir a sus hijos cuáles son los valores del deporte”, concluye Marta Ganchegui. Unos principios que, aplicados al fútbol base, sólo tienen un código posible: disfrutar con los amigos y practicar tu deporte favorito.
Autor: Nacho Labarga, periodista deportivo.