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    Identidad Digital - 20/10/2017

    «¡Tenemos demasiados titulares sobre las malas prácticas de los jóvenes en Internet! ¿Y los buenos usos?»

    5 min Tiempo de lectura

    Entrevista con Kepa Paul Larrañaga, NETólogo, especializado en Derechos de niñas y niños.

    Se nos dice que ya no hay diferencia entre el mundo online y el offline. Pero en la práctica, ¿esta afirmación es cierta?

    La oposición entre ‘realidad’ y ‘virtualidad’ es falsa. Exactamente, lo opuesto a lo ‘virtual’ es ‘su actualización’. Me explico, si por ejemplo lo virtual es una semilla, su actualización es cada foto momentánea del desarrollo de la ‘planta’. Pero la semilla como el desarrollo de la planta son parte de la realidad.

    La tecnología de la comunicación mejoró y sigue mejorando el entendimiento mutuo. La comunicación y su progreso hacen progresar la sociedad.

    El espacio social ciber, el ‘ciberespacio‘, es otro espacio para la interacción social con escenarios propios y compartidos. Anexado o confluyendo con otros espacios y escenarios sociales gracias al uso generalizado de dispositivos móviles con acceso a Internet con tecnología 3G y 4G.

     

    ¿Cómo puede influir en los hijos que los padres y abuelos sean analógicos?

    No es malo que las madres, padres y abuelos sean analógicos sino que no acepten ser digitales. De igual manera que puede ser un fracaso educativo que se deje de considerar la lectoescritura como parte del proceso de aprendizaje.

    Pero lo peor es continuar reproduciendo una brecha intergeneracional entre madres, padres e hijas e hijos en base a estereotipos sociales y a divergir en los escenarios donde todas y todos nos podemos encontrar comunicándonos.

    Unos y otros, los más o menos digitalizados, deben aprender aceptar los códigos del otro. Los padres y las madres aceptando que pueden actualizarse con sus hijos e hijas y confluir en la mirada de su otra realidad, sabiendo que no siempre “los tiempos pasados fueron mejores”. Y los niños, niñas y adolescentes aprendiendo a evolucionar en el desarrollo de su identidad en ambas realidades: digital y analógica; y en la capacitación en su “agencialidad social” (participación social) frente a la estricta imitación de roles supuestos.

    El detrimento de la lectoescritura como mecanismo de aprendizaje es igual de negativo como la no incorporación en el currículo escolar de asignaturas de aprendizaje de ‘programación informática’, que es el código de comunicación entre humanos y robots, como de robots entre sí.

     

    ¿Se puede “clasificar” de manera distinta a las personas según el uso que hacen de las nuevas tecnologías?

    Hemos comenzado a denominar y a etiquetar a quienes usan los smartphones en actos sociales o en compañía de otros sin su consentimiento. A este fenómeno lo hemos denominado Phubbing. De la misma manera que hemos aprendido a denominar al aislamiento social utilizando un término japonés: Hikikomori. Aislamiento que en boca de algunos acaba potenciado por el uso de las computadoras. Así, sumamos distintas etiquetas que parecen confluir en otra etiqueta, las ciberpatologías, entre éstas la ciberadicción.

    En el caso de los adolescentes, éstos tienen asignado socialmente un rol (rol asignado) que genera expectativas de comportamiento. Se supone que deben ser rebeldes, despreocupados, problemáticos, desconocedores del riesgo y sin una visión de su futuro. Además de unos consumidores incontrolados de las TIC (Tecnologías de la Información y de la Comunicación).

    Asignamos y por tanto clasificamos la conducta de los adolescentes, por ejemplo en el uso de las TIC, sin tener en cuenta el rol adquirido. ¿Cuándo los adultos preguntan o están informados de los logros y buenas prácticas de los adolescentes en el uso de las TIC?

    Se trata de una “profecía autocumplida”. Tenemos infinidad de titulares en los medios de comunicación sobre malas prácticas en el uso de las TIC por parte de niñas, niños y adolescentes pero no hemos aprendido a identificar ni nombrar los ‘buenos usos’.

    Pongo atención, siguiendo a Marshall McLuhan y su concepto: prosumidor, en la acusación a los adolescentes de meros consumidores pasivos de ‘aplicaciones’ y productos de Internet sin tener en cuenta su actividad como creadores, blogueros, desarrolladores o programadores.

    La personalidad o su desarrollo depende de los modelos educativos y cómo hemos percibido o alentado las acciones del otro. Si sólo nombramos, manteniendo la expectativa social y las acciones del ‘rol asignado’ jamás ayudaremos al otro en el descubrimiento o potenciación de su ‘rol ejercido’. Sobre el que pivotan sus características y cualidades. Existen personalidades diferentes, que podrán desarrollarse como tales con aprendizaje y acción social.

     

    ¿Por qué hay personas que necesitan airear su vida a través de las redes sociales?

    Diría que existe, en general, una deficiencia en la exposición de nuestros afectos y emociones, y trastornos de comportamiento, por ejemplo, personalidades histriónicas o narcisistas, potenciadas por la exposición pública. Sin olvidar el simple mal uso, por desconocimiento, de las redes sociales.

    En ellas, la viralidad, el anonimato o la falsificación de la identidad, la inmediatez en la respuesta por el interlocutor, el flujo y frecuencia de información e imágenes, etc. hacen que en ocasiones se puedan cometer errores en el mensaje. Por ejemplo: al dar más información de la debida, al obviar la viralidad de los datos en Internet, al no ser coincidentes los códigos usados entre los interlocutores o simplemente por pertenecer a culturas distintas.

    Las redes sociales fortalecen el tejido social a través de la comunicación. Para los seres humanos este fortalecimiento es un indicador de su bienestar social subjetivo. Mejores vínculos sociales suponen más oportunidades sociales como mayor felicidad del individuo y de la comunidad.

    Debemos mejorar en la manera cómo realizamos esa comunicación y cómo abrimos canales idóneos a través de procesos de empatía adecuados. Esta asignatura pendiente se denomina ‘inteligencia emocional’.

     

    ¿Están las redes sociales potenciando conductas problemáticas?

    No. Las redes sociales no potencian conductas problemáticas. Es el ciudadano, en una fase de inadaptación al fenómeno de la comunicación global en Internet, quien puede estar comenzando a identificar los déficits históricos en su interrelación con otros.

    Todo proceso de identificación de déficits es costoso pero es una oportunidad para su superación pues descubre acciones sociales o actitudes de los otros que antes se encontraban ocultas y en algunos casos son y fueron delito, y en otros casos estamos aprendiendo a revisar y nombrar de manera objetiva, en los códigos jurídicos, cuestiones que se encontraban mal estipuladas.

    Teniendo en cuenta la dimensión que la comunicación global ha adquirido, y el registro de  comunicaciones diarias en todas las plataformas que operan, existen muchísimas más acciones con un fin positivo que negativo.

     

    ¿Son los jóvenes los únicos expuestos a malos usos en las redes sociales?

    No sólo los jóvenes, también los adultos. Una mayor experimentación con las redes sociales supone un mayor conocimiento para su uso correcto.

    Entre la seguridad y el riesgo nos encontramos con una sociedad, la occidental, que en muchos casos sobreprotege a los niños, niñas y adolescentes.

    Antes, parte de la vida del niño ocurría en la calle. Ahora el padre o la madre vive el tiempo de ocio de su hija o hijo entre espacios urbanos verticales, y de manera dirigida. El resultado de esta situación es un mayor aumento del estrés de los padres y madres.

    El adolescente no gradúa el proceso de aprendizaje de la asunción del riesgo, está realizando este aprendizaje cada vez más de manera repentina y no graduada, a edades más tardías.

    Sumamos a lo anterior la duda que para los padres con ‘nativos digitales’ supone el límite presente en el uso de sus hijas e hijos de las TIC para su posible protección frente a la pérdida de oportunidades sociales y laborales que pueden representar las TIC en el futuro de los mismos hijos e hijas.

     

    Para un niño, ¿los videojuegos son al cerebro lo que el balón a las piernas?

    Todo juego equivale a posibles cambios cognitivos en el jugador. La práctica de los ‘juegos online’ requiere de ciertas habilidades psicomotrices, reflejos, motivación o la iniciativa que el jugador va adquiriendo. Siendo un recurso, el videojuego, que tiene una utilidad didáctica. Aunque existen resistencias por el cambio en las metodologías y en la pedagogía de los centros educativos, la integración de modelos de aprendizaje más propios de la educación no formal e informal va a ir acompañando una incorporación efectiva de las TIC en el aula.

    Incorporación que diversificará aún más el concepto que tenemos del videojuego y del videojugador adicto.

    El ‘ocio programado’ de los padres y madres ha llevado al ‘juguete hiperprogramado’, el juego online, al haber convertido los ‘espacios de calle’ en espacios de tránsito adulto y haber vaciado los itinerarios urbanos de niños, convirtiendo la calle en peligrosa. Los niños al no poder resignificar esos espacios urbanos han aprendido a construir sus significados en el ciberespacio.

     

    ¿Qué podemos hacer para que los usos positivos de las redes sociales sean más numerosos y conocidos?

    La Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas en sus artículos 12 al 15 consagra el derecho del niño y de la niña a la participación social. La inclusión de estos artículos es una de las mayores innovaciones sugeridas por esta convención internacional. Innovación que requiere de un verdadero respaldo de acciones concretas que contribuyan a fomentar la opinión de la infancia y de la adolescencia como grupo y clase social.

    La identificación y publicación de los usos positivos de las TIC por parte de los adolescentes llevará a posibilitar el auto-reconocimiento de otros adolescentes que no entendían su acción como uso positivo y por tanto no la manifiestan.

    Entrevista realizada por el equipo de comunicación RC y Sostenibilidad de Telefónica

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