La divulgación voluntaria, entre miembros de una pareja, de material textual, audiovisual o multimedia de contenido erótico es lo que popularmente se conoce como sexteo o sextear.
Un material de contenido íntimo o sexual, realizado de forma voluntaria, que pasa a ser controlado por terceras personas con la intención de acosar, chantajear o someter es lo que se conoce como sexting.
Es frecuente hablar de uno y otro indistintamente cuando el matiz “controlado por terceras personas con intenciones poco éticas y delictivas” es determinante para su diferenciación.
Las redes sociales favorecen la socialización y la expresión de la sexualidad de los jóvenes y potencian un enfoque hedonista de la misma. Su forma de disfrutar las relaciones sentimentales se ha diversificado: cumular encuentros, sumar besos, publicar demostraciones de cariño en las formas más diversas y diferentes, muchas veces sin pudor, es habitual. Suelen divulgar los textos, imágenes y videos través de sus dispositivos electrónicos, principalmente smartphones.
¿La evolución de las nuevas tecnologías ha traído consigo la (r)evolución de los valores?
El sexteo se practica entre personas con una abanico de edad amplio y por distintas razones. Destacan:
- porque se confía en la discreción del destinatario;
- para impresionar a amigos, y ganar notoriedad y aceptación en el grupo;
- por pura diversión, o broma;
- para seducir a alguna persona de su interés;
- para sentirse bien, autoafirmación en estado puro;
- por influencias y modelos sociales, que fomentan el exhibicionismo;
- bajo los efectos del alcohol y las drogas;
- etcétera.
Sextear debe ser una acción que se realiza en base a una decisión informada, meditada y libre. Una acción autónoma, consciente y crítica. Y siempre intentando que se haga con el menor riesgo. Nunca debe producirse por presión de la pareja, el grupo de amigos o las modas imperantes en ese momento. Una divulgación de contenidos eróticos en base a la igualdad y el respeto mutuo.
El sexteo entre los jóvenes se suele practicar entre las parejas sentimentales. Conocer los riesgos que lleva asociados -decidir de forma pausada qué texto, foto o video compartir; eliminar partes del cuerpo que favorecen el reconocimiento de los protagonistas de las imágenes; revisar que los teléfonos implicados en el intercambio de contenidos íntimos no tengan malware, y eviten el uso de WIFI públicas; y, confiar en que el receptor de las mismas mantendrá tu privacidad- son medidas que favorecen sextear con menos riesgo.
El intercambio de contenidos de índole personal como prueba de confianza e intimidad de la pareja y la asociación positiva de los celos con la fidelidad, y su consideración como una expresión de amor, pueden favorecer su práctica.
El sexting es una forma de violencia de género. La difusión de contenidos íntimos que atentan contra la privacidad de sus protagonistas, produce un agravio en su reputación y deteriora su imagen pública. Hay muchas formas de ejercer la violencia de género y ni todas suscitan el mismo rechazo, ni todas son identificadas como tales. La víctima del sexting sufre daños graves e irreparables: disturbios físicos, psicológicos y emocionales que influyen en su autoestima e independencia.
Los jóvenes españoles reproducen, consciente o inconscientemente, el sexismo y los estereotipos de género. Incluso, reconocen la violencia de género en situaciones ajenas a su pareja o relación, pero no lo observan fácilmente en la que ellos protagonizan.
Los destinatarios de las imágenes, los videos y composiciones fotográficas varias suelen ser, en primer lugar, la pareja pero también se hacen llegar a amigos, parejas que se han mantenido en el pasado incluso a personas que les gusta ese tipo de material subido de tono.
La edad de los protagonistas de los contenidos, y de quiénes los envían o reciben, son un condicionante fundamental para la generación de consecuencias legales por acusaciones de exhibicionismo, delitos contra la intimidad y el honor, delitos contra la libertad sexual, difusión de pornografía infantil, provocación sexual a menores, revelación de secretos, etcétera.
Compartir la intimidad con conocidos o desconocidos en el mundo físico que, por obra y gracia de internet, se han convertido en amigos digitales pone de manifiesto la necesidad de que familias, educadores e instituciones fomenten el diálogo con menores y jóvenes y les acompañen en su desarrollo analógico y digital.
Hacerles conocedores de que su imagen es un dato personal protegido por ley, sin el consentimiento del autor de las imágenes no se puede distribuir.
Prevenirles de que la recepción de imágenes de contenido íntimo o sexual no otorga licencia para distribuirlas, sin autorización.
Aconsejarles que no participen en acciones que supongan un atentado a la intimidad de otra persona, ni siquiera en formato broma.
Advertirles de que la distribución de imágenes de desnudos de menores de edad constituye un delito de pornografía infantil.
Orientarles sobre los contenidos que pueden compartirse, y aquellos que deban omitirse, en sus publicaciones en redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea.
Recordarles que los datos que envían dejan de ser suyos, y “permanecen para siempre”.
Una vez que pulsan “intro” pierden el control de los contenidos que envían. Pierden el control de toda la información que sale de su teléfono inteligente.
Autor: Mar Castro, Pionera en investigación y difusión de NETiqueta en España y colaboradora de Dialogando.