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    Comportamiento - 25/04/2019

    Ciberacoso sexual de menores, grooming y sextorsión

    5 min Tiempo de lectura

    Podemos definir grooming de manera sencilla como el conjunto de estrategias que una persona adulta desarrolla para ganarse la confianza del menor a través de Internet con el fin último de obtener concesiones de índole sexual. Hablamos entonces de ciberacoso sexual a menores y el término completo sería child grooming o Internet grooming.

    Aclarando concepto y términos

    En su formato más habitual, se inicia con un acercamiento lleno de empatía y/o engaños para pasar al chantaje más cruento. La finalidad última suele ser la obtención de imágenes íntimas del menor y, en casos extremos y si la distancia lo permite, un encuentro en persona.  Es necesario matizar dos cuestiones terminológicas que ayuden a situar los conceptos:

    • Se suele utilizar la palabra grooming para cualquier tipo de ciberacoso sexual infantil y, sin embargo, realmente el grooming sólo corresponde a una estrategia, la más común, la de “engatusamiento” mediante empatía. Puede haber acoso sexual infantil sin obtención previa de la confianza del menor sino por fuerza bruta mediante amenazas, engaños o chantajes.
    • Recientemente se usa, de forma confusa, el término sextorsión para referirse a los casos de ciberacoso sexual infantil en los que el depredador doblega a su víctima con la amenaza de publicar o hacer llegar a alguien una imagen íntima que ha conseguido robar o que le sea cedida. Es así como domina su voluntad y es una fase muy común en casi todos los casos de ciberacoso sexual.

    En resumen, digamos que:

    • El grooming es el ciberacoso sexual infantil basado en estrategias de empatía y confianza, pero el término ha venido siendo usado para todo tipo de acoso sexual de menores online.
    • La sextorsión suele ser un paso habitual en el ciberacoso sexual infantil. La primera imagen para el chantaje puede haber sido cedida por una víctima “engatusada” o bien obtenida por la fuerza mediante amenazas o por otros medios ajenos a la participación de la persona menor.

    En este punto conviene añadir que la sextorsión, esto es, el chantaje basado en las amenazas de hacer un uso lesivo de imágenes íntimas de la víctima, suele darse entre personas adultas con otras motivaciones siendo el caso más común la obtención de dinero.

    Depredadores y víctimas en aumento

    Las víctimas de este acecho sexual online son niñas y chicas adolescentes, aunque también afecta en mucho menor medida a niños y chicos adolescentes. No responden a un perfil específico y tampoco es necesario que hayan cometido una imprudencia. Sí es cierto que serán presas más sencillas aquellas que pasen mucho tiempo conectadas y sin supervisión, quienes llamen su atención por determinados comportamientos de riesgo, las que tengan autoestima baja o quienes aparenten malas relaciones y comunicación con su familia. Los depredadores sexuales son en la inmensa mayoría de los casos hombres de cualquier edad y condición social y económica.

    Todo caso de acecho sexual se hace posible porque el acosador dispone de un elemento de fuerza sobre la víctima que pone a ésta en el compromiso de atender sus demandas. Este elemento puede ser de muy diversa naturaleza y, como se ha dicho, puede haberse obtenido mediante engaño sibilino o por la fuerza bruta. El poder del depredador está basado en la posesión de una imagen íntima, en el acceso a un secreto inconfesable, en el bloqueo de la cuenta o perfil de su víctima en un juego o red social…

    El daño psicológico que sufren niños, niñas y adolescentes atrapados en estas circunstancias es enorme y el mayor reto es que casi nunca, salvo situación extrema, piden ayuda.  Si bien los datos de prevalencia no son muy claros (se trata de cuestiones graves con víctimas menores que en muchas ocasiones no son ni detectadas ni denunciadas) y a pesar de que en diversos países se ha adecuado la legislación para perseguir mejor este tipo de delitos y las policías otorgan máxima prioridad a estos casos, sí parece que es un problema en aumento. Al fin y al cabo, el caladero de víctimas potenciales no hace sino incrementarse con una población creciente –incluidos menores de edad- con acceso habitual a Internet y desde edades cada vez más tempranas. Por otro lado existe una autonomía cada vez mayor (con las redes WiFi y los smartphones) y nuevas oportunidades y herramientas de relación en contextos de compleja supervisión parental (apps, redes sociales y programas de mensajería instantánea tipo WhatsApp).

    Es preciso entender la magnitud del problema. El ciberacoso sexual infantil tiene su causa en la búsqueda de satisfacción por parte de pedófilos y pederastas quienes también usan las imágenes de pornografía infantil como moneda de cambio en los circuitos donde se mueven estas imágenes. Al margen de estos depredadores movidos por sus “motivaciones” personales, hay que tomar en cuenta que la pornografía infantil, en tanto que prohibida, mueve mucho dinero y, en consecuencia, llama la atención del crimen organizado que lo ve como mero negocio y crean el material, por lo general, en países donde la protección social y familiar de la infancia presenta menores niveles.

    La labor de prevención

    Nadie puede evitar que un depredador llame a su puerta, pero sí es posible hacer que una puerta sea menos accesible. Así, evitar el uso abusivo y sin supervisión en las edades tempranas es una medida que en este caso es especialmente adecuada como pauta de salud y seguridad frente a los riesgos online. La supervisión debe estar precedida de una educación focalizada al menos en estos tres aspectos:

    • evitar conductas de riesgo como puede ser tomarse excesiva confianza con las nuevas amistades online o proporcionar imágenes íntimas o informaciones sensibles.
    • cultivar la privacidad y los datos personales, porque cuanto más se sabe de alguien, más vulnerable es.
    • y fomentar el pensamiento crítico frente a las informaciones y las demás personas.

    Por último, es tan fundamental como difícil lograr que los chicos y chicas pidan ayuda en los primeros momentos. Además de sus reticencias y miedos, hay un depredador que sabe cómo tratar de condicionarles. Lo sabemos, y por eso hay que insistir en este punto. Para ello, compartir para conocer y conocer para compartir es la mejor ayuda. Por suerte, los depredadores saben que comenten un delito muy grave y que la policía atiende estos casos de forma prioritaria. Si la víctima pide ayuda de forma temprana, el daño queda muy limitado.

    Autor: Jorge Flores Fernández, director de PantallasAmigas y colaborador de Dialogando

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